Las resistencias industriales constituyen elementos que, aunque no resulten muy populares o visibles para el gran público, están presentes en una importante cantidad de procesos y actividades del día a día cotidiano.
En especial, se trata de piezas muy preciadas en ámbitos tales como las aplicaciones comerciales, industriales, militares y científicas. A grandes rasgos, estas resistencias suponen elementos que generan una presión al paso de la corriente, lo que provoca que en sus terminales surja una diferencia de tensión (esto es, un voltaje).
Propiedades y usos fundamentales de las resistencias industriales
Más allá de las leyes de la física que explican la utilidad de estas resistencias, hay que tener en cuenta unas características esenciales que sirven para distinguir sus finalidades. En primer lugar, es preciso valorar que el acero inoxidable constituye uno de los materiales más usados en la fabricación de estas piezas. Además, también es constatable una fuerte presencia de otros metales, tales como el cobre, el bronce, la hojalata, el hierro, el cromo y el aluminio.
Por otro lado, en el marco de las tipologías de estas resistencias, hay que valorar que sus diseños variarán en función de los tamaños y las capacidades, es decir, del diámetro y de la longitud (en pulgadas y milímetros) y de las potencias nominales y tensiones.
Asimismo, estos elementos son elaborados con formas que se adaptan perfectamente a los procesos y las superficies en las que van a ser empleados. En este sentido, los hay con formas de cartuchos, de abrazaderas, planas, de cintas o tubulares. Estos últimos destacan por su versatilidad y contar con usos diversos.
Por último, vale la pena recordar algunos de los procesos industriales en los que las resistencias eléctricas son clave: calentamiento de aire en conductos, protección del cableado ante las agresiones, calefacción de líquidos por inmersión directa, fundiciones de metales...
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